Mi Baby ha aprendido mucho desde que empezamos con la alimentación complementaria a demanda en febrero. Me ha mostrado que aunque quiero que coma, no lo va a hacer si no quiere él. Me ha mostrado que cuando le gusta algo, le gusta mucho. Y me ha mostrado que cuando yo estoy relajada, él lo está también.
Le gustan las albóndigas 'sweet & sour' de Parents.com ©Mamá Freelance |
Y es que la crisis, yo creo, ha sido más mía que suya.
Del 9º al 10º mes, más o menos 4 semanas, el Baby comía peor. Antes, había cogido todo muy bien, hasta nos sorprendía con su destreza. Y luego llegó un momento cuando dejamos de disfrutar. La comida se convirtió en una tarea. Y él ya no comía tan bien.
De repente no quería cosas nuevas. Solo comía el piñón fijo de alimentos que siempre le han gustado. Y el pan, siempre el pan.
No sabía qué había cambiado, pero de repente me veía cuestionando no tanto el método BLW, sino mi propio trabajo de madre. ¿Le estaré alimentando bien? ¿Y si no debería estar comiendo pasta? ¿Y si le doy solo plátano y no ese bizcocho de plátano que he hecho? Y si...y si...
Y así sí, durante un mes.
Perdí un poco esas ganas de comer juntos, perdí el sentido de la aventura que hay que tener con BLW, y empecé a pensar si de verdad estaba bien que comiera de todo, todo, todo.
Menos mal que tengo a otras mamás, incluyendo a la mía, que me han tranquilizado. Estando con ellas, he vuelto a confiar en mi Baby (algo clave para el Baby-led weaning) y he aprendido que es mejor pensar en la totalidad de lo que come en una semana, en lugar de fijarme en cada comida - si fue sana, si hubo sal, si comió suficiente...ad infinitum.
Y hemos empezado a disfrutar de nuevo. Él de comer y yo de verle comer.
Pasados unos pocos días, ya está más grande, más gordito y disfruta cogiendo un puñado de lentejas y las mete en la boca con ganas.
Así que mamás, si estáis con Baby-led Weaning, preparaos para vuestros cambios de ánimo. Que hay mucha crisis y hay que intentar evitarla...